VOLANDO FUÍ, QUE ELLOS YA KEDARON (II)


En el capítulo anterior …

Mi  sombra-guía de la noche madrileña se perdió tras una mamita de pechos abundantes y caderas oscilantes que, con promesas de “papito ven que yo te cuido”, le hicieron recapacitar sobre la pérdida de oportunidades que comporta acompañar a alguien como yo, de menores dimensiones, aunque mejor proporcionadas.



Su cabeza pensante y su cabecita colgante calcularon posibilidades y debieron ponerse de acuerdo con aquello de: “el roce hace el cariño” por lo que como una sombra se alejó, hipnotizado por tanta carne mientras mascullaba obscenidades.



Resulta curioso comprobar  la poca capacidad de convocatoria que tiene entre nuestras eciudadanas un evento de este tipo. Me hace pensar que deben tener poco interés por el  género masculino pues dudo que sea cuestión de timidez, viendo lo que se cuenta y corre por los canales del marujeo y la prensa amarilla.

Tan poca mujer para intercambiar comentarios sugerentes, risas inocentes y miradas provocadoras hizo que algunos atacaran a la desesperada  (o se atacaran entre sí), mientras otros observaban y decían, con la boca pequeña, que "preferían cazar en solitario y no en manada".

Y es que la chica rubia de pelo lacio, siguiendo mi consejo, apareció divina y consiguió que los presentes, incluidos Sumsura y sus amigos, babearan a su alrededor.

Instantánea tomada con zoom, cuando aún algunos se sostenían en pie y antes de que otros acabaran vomitando en las aceras, lamentándose porque se tenían que despedir de la rubia del pelo lacio.



Para tranquilizar a Ithilwen diré que Sumsura lo único que se llevó esa noche fue el disgusto de encontrarse el espejo lateral de su coche totalmente arrancado. Pero es que ¿¿¿a quién se le ocurre tenerlo pegado con celo???

Sucedió que en un determinado momento de la noche,  con tanto cambiar de local, uno de los tipos fijó sus ojos en los míos y pareció decirme:
- Hola Lantanique . Va muy elegante esta noche ¿Por qué no me dijo que vendría? 

El juego de miradas se repitió varia veces y finalmente, temiendo  que me descubrieran, salí a la calle, (no sin antes dejar el vaso en la barra porque la camarera le estaba pegando una bronca al “informático loco” por algo relacionado con la bebida).

Fuera del local volví a mirar el localizador. Ya era Jul 17…. Pero él no recordó y pasó todo el sábado 16 sin que me dejara ningún mensaje. Sólo un mensaje habría bastado.





No dejo de ser una estúpida mujer con esa sensiblería estúpida que se deja llevar por detalles estúpidos y que, de manera estúpida, deja que las lágrimas se deslicen por su cara estropeando  su maquillaje y arruinando, estúpidamente, su imagen de mujer ridícula.





Tanta estupidez me hizo correr hacia el primer espejo retrovisor que encontré para limpiarme  el rimmel que me desfiguraba el rostro de forma penosa.  Y, justamente, fui a elegir el coche de un chapucero rácano que, por no gastarse unos golds en arreglar dicho espejito,  lo había pegado con celo!!!!

Disimuladamente dejé la prueba del delito colgando lastimosamente y me alejé un poco para que no se me relacionada con aquel incidente.

Del grupo ya no quedaba nadie.  Oí los gritos de Sumsura maldiciendo al cabrón que la tenía tomada con su retrovisor y a sus amigos intentando calmarlo.

Desorientada sobre el camino a tomar para volver al aeropuerto, abrí el localizador para pedir un taxi. Un mensaje entrante decía que me quedara, que tenía un plan hasta que saliera el sol. Que si tardaba era por un impedimento. Que lo esperara.


Pero no lo esperé. Hay ocasiones que se pierden. Hay ocasiones que otros aprovechan.

Un amante chupete es aquél que tranquiliza y consuela en los malos momentos pero del que no hay que depender porque te hace adoptar malos hábitos.
Pedir un taxi se estaba convirtiendo en un reto a esas horas de la madrugada con todos los garitos a punto de cerrar. La batería del localizador empezaba a flojear y  el pánico de pasar la noche por ahí se apoderó de Lantanique.
Ver a aquel eciudadano allí es como agarrarse una tabla de salvación. Hace poco que se conocen pero se fía de él.
- Dónde te llevo?
- A casa
- A la tuya o a la mía?

De cómo se encontró Lantanique en los brazos de aquel tipo dejando que pegara su cuerpo al suyo, mordisqueándola, aprentándose con suavidad a sus caderas mientras le gime al oído que le pida lo que ella quiera, mientras le introduce el miembro entre las nalgas como si la quisiera penetrar pero sin llegar a consumarlo, mientras le ordena que cierre sus muslos para que note lo excitado que está…eso es historia de otro relato.




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