A veces sueño

En este eMundo ya son pocos lo sueños que alberga Lantanique.
Hasta ahora su actividad diaria se resolvía de manera rápida y tan rutinaria que llegaba a incluso a plantearse el sentido real de su eExistencia monótona y gris.


Sin duda Halesios, en su afán por mantener el tinglado creado, ha temido tanto por su evida como por la del resto de eciudadanos, por lo que ha buscado una solución de emergencia a tanta desidia y les ha hecho crecer empresas como hongos en todos sus dominios. Solución que ha sorprendido a toda la comunidad, elevando sus gritos al cielo por la poca calidad y el poco valor de dichas empresas.


De la noche a la mañana, Lantanique  que siempre quiso ser empleada a sueldo,  se ha transformado en eciudadana multifuncional y ahora compatibiliza su trabajo remunerado en la empresa de su ejefe junto con su empleo como autónoma, no en una sino en cuatro empresas, para más inri.


En un primer momento pensó que aquello era el último traspaso de bienes que su acompañante efímero le dejaba como herencia. Pero viendo las quejas y gritos de los desagradecidos eciudadanos comprendió que era algo a nivel general por lo que descartó también la idea de haberlas obtenido como premio en algún concurso, pues ella prácticamente no participa en ninguno.
Este cambio, unido al sentimiento de pérdida que la acomete cada día,  le dificulta  el descanso nocturno; aunque la placidez del  sueño es algo que a veces consigue y, cuando esto sucede, le gustaría no despertar.


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El entorno es siempre el mismo: Una habitación. Una cama. Un espejo. El sonido de un reloj. 
Un gran espejo domina el techo donde se refleja su cuerpo desnudo y unas manos que a modo de agujas se mueven sobre él. Ella es la esfera que conforma ese reloj y cada parte de su cuerpo es un punto en el tiempo. Desde su ombligo, las manos se deslizan a pequeños intervalos: una se introduce en su boca mientras la otra suavemente se mueve por su pecho. Poco a poco van cambiando de posición y el tiempo transcurre lento pero sin pausa. Se escucha una respiración, un tic tac entrecortado que acompaña el movimiento mientras su propio corazón acelera su engranaje y  golpea con más fuerza cada vez que esas manos se cruzan y se juntan en un punto concreto, deteniéndose para marcar ese momento.




Siendo, como es,  un sueño, sus ojos están cerrados. Todo se sucede como se suceden las cosas en los sueños, de forma imprecisa. Por eso no ve el cuerpo efímero que, observando esas otras manos, deja caer una lágrima bajo su máscara, en el instante en que ella arquea su cuerpo a punto de despertar, porque él ya no es más que una parte invisible de ese sueño. Su reloj se está parando y Lantanique ya no lo volverá a ver más.








Voy conduciendo. Ella mira por la ventanilla, la cabeza apoyada en el vidrio y el cuerpo un poco de lado.  ¿Qué debe estar mirando porque es noche cerrada y no se ve nada? Pienso que lo mismo le gusta mirar las líneas que delimitan la carretera.




La miro de reojo y me pregunto si habrá tenido, como yo, esa sensación de opresión en el pecho cuando, después de pasear un rato, al ir a entrar en el coche, la he apartado contra la puerta y, alzándola por las nalgas, la he colocado a mi altura para mirarla a los ojos. Esos ojos, sorprendidos, se han clavado en los míos y he visto en ellos que son cómplices del mismo deseo por lo que no dudo en deslizar mi mano por mi bragueta liberando un miembro erecto y palpitante que, sin más dilación, la penetra mientras ella se aferra a mi cuello. Y todo pasa muy deprisa, casi de manera compulsiva, como el ritmo de mis embestidas.


Y ahora, mientras piso el acelerador para llevarla a casa, me entran ganas de detener el coche y volver a sentir de nuevo su lengua en mi boca, chupando mis labios pero también quisiera notar mi miembro en su boca, entrando despacio.




Reduzco la velocidad hasta detener el coche en el arcén. Me vuelvo hacia ella y está dormida. Le acaricio el pelo y no se despierta. Duerme profundo. Está soñando.
Yo también estaba soñando, porque en el coche estoy solo. No hay nadie a mi lado.




Tengo un sueño muy ligero, por eso detecto al momento cualquier ruido, como el de ahora mismo en mi localizador. Soy un tipo con tantas empresas que nunca lo desconecto, por si surge alguna emergencia.


- Hola ejefe! necesito que nos veamos para que me expliques cómo funciona eso de ser empresario.  De golpe tengo empresas  y no sé qué hay que hacer. Pero no te preocupes… yo seguiré siendo tu eficiente empleada!
¿Te parece bien venir a cenar una de estas noches?


Lantanique… cuántos días sin saber de ti!  Me apresuro a enviar mi respuesta:
-Estaré encantado de asistir a nuestra ecena. La gestión de las empresas es muy sencilla: un click en cada una de tus tierras y cuando quieres vender vas al almacén, miras el precio que se venden en el mercado y la vendes.


Su respuesta no se hace esperar, siempre tan eficiente, siempre tan pendiente:
-Oh  Jefe: déjate las explicaciones para nuestra ecita sino no tendremos de qué hablar
¿O es que no quieres hablar?
Ella siempre tan graciosa!




Hace una noche ideal. Salgo a la terraza de mi casa y me acerco a la piscina. Una piscina construida para el deleite nocturno pero que no comparto con nadie.




Me meto dentro y agradezco la sensación de relax que me produce el agua apoyando mi espalda en las escaleras de piedra. Apuro mi copa y la dejo en el suelo. Reclino la cabeza y evoco su imagen. Y la veo flotando a la altura de mis piernas.




El agua la deposita suavemente sobre mi pecho y noto sus pezones duros rozándome. No abro los ojos y dejo que ese beso lantánico recorra mi cuello, esperando que acabe con su lengua en mi boca. Unos labios húmedos juegan con un lóbulo de mi oreja y por un segundo sus dientes lo mordisquean. Lánguidamente me abandono a ese tipo de caricias aunque quisiera girar mi cara para atrapar su boca con la mía.
La abrazo para que note la dureza de mi sexo entre sus piernas y, puesto que ella las mantiene muy juntas, deslizo mis manos a lo largo de su espalda para introducirlas suavemente entre sus glúteos, consiguiendo que relaje sus piernas a medida que mis dedos juegan entre los pliegues de su abertura.




El placer me inunda y abro los ojos para despertar mientras me hundo.






A veces vuelvo solo a la habitación 133 y la espero toda la noche. Ni siquiera me duermo pendiente de la puerta. Y sueño despierto que ella también viene y me encuentra allí por sorpresa. Pero, si no la aviso ¿cómo lo va adivinar?


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