Como un balazo en la sien

Aquella tarde tomó la decisión: la borraría de su eVida para siempre.
Sin titubear más abrió su inventario y eligió una de las armas. La sopesó en su mano y comprobó el grado de manejabilidad y ligereza. Mientras la limpiaba volvió a pensar en lo que iba a hacer. 


Estos últimos días se le acabó de romper su ecorazón. Los gritos de ella y los comentarios de otros eciudadanos le refregaban por la cara que él jamás sería el único. “No se puede pasar uno la evida intentando conquistar a una mujer con la que no se tiene la menor oportunidad” –se decía una y mil veces. Sentía que había llegado a un estado de locura y que su evida se había complicado demasiado.


Salió a la calle. Sabía que la podía encontrar deambulando por la eciudad. Ella siempre andaba como perdida. Y pensó en aquel día que la vió. El local estaba lleno de gente y ella en un rincón como esperando a alguien, con su vestido morado y sus botas altas negras.
Cuántas mañanas no le dejó rosas virtuales en su localizador para decirle que la equería!… Pero qué cobarde fue al no ser capaz de decirle que se habría ecasado con ella si no hubiera temido su rechazo. 


Como si tuviera una intuición, sus ojos se fijan en la acera de enfrente y entonces la ve pasar. Camina un poco cabizbaja. Se detiene de golpe y abre el localizador. Él acaba de mandarle su último mensaje: “No tengo ninguna oportunidad contigo. Siempre te llevaré en mi ecorazón. Adiós”




Mientras ella lee, él saca la pistola y apunta. Sabe que no fallaría en la puntería pero apretar el gatillo en esa situación no es igual que cuando está en una batalla. 
Su dedo queda paralizado cuando los ojos de ella se posan en los suyos. Es más fácil presionar el botón de borrar de su localizador que apretar ese gatillo. “Hasta nunca Lantanique”. 


Ella sigue mirándolo, sus pies dan unos pasos hacia atrás  y de golpe se gira para iniciar de nuevo su camino. Él guarda el arma y aparta la vista por lo que no ve como Lantanique cae desplomada al suelo. 
La gente que pasaba en aquel momento a su lado se arremolina junto a su cuerpo. Pero nadie se atreve a moverla. No hay sangre, no entienden qué sucedió.


Uno de los traseúntes, al ver quien es, se agacha a su lado intentando reanimarla: 


-Lantanique, qué ha pasado? Siempre tan despistada… es que no has visto la farola?
Pero ella no reacciona, tiene la mirada perdida, las retinas fijas. Oye lo que le dicen pero no puede hablar ¿Qué hacía allí en medio esa farola? 




El impacto recibido en la sien le retumba en la cabeza. Sus ojos no ven más que miles de puntitos brillantes intermitentes. Le dan ganas de sonreír al pensar cómo son las cosas: tenía que ocurrir una cosa así para que Galizalivre la estrechara entre sus brazos. Pero su cara no refleja ningún gesto y le empieza a caer una lágrima.


Nunca imaginó Lantanique que los celos de algunos eciudadanos provocaran en ella esta especie de decepción y ganas de mandarlos a la mierda sin andar pidiendo explicaciones. Otros antes que éste también le hicieron el vacío. Uno prefirió esuicidarse, algunos sencillamente le dejaron de hablar. Si los celos de Halesios tienen fundamento por el desprecio que ella le muestra, los de estos eciudadanos no se acaban de entender.


La pantalla del localizador de Lantanique muestra cínicamente eso de  “desgraciadamente este ciudadano te ha borrado de su lista” ...como si ella le hubiera hecho una gran putada.


Galizalivre se asusta al verla tan rígida y la toma en brazos. 


La mira y le dice casi llorando que vuelva en sí.“¿No sabes que él te está buscando?”


 Y mientras la mete en un taxi, le envía a él un mensaje para que sepa lo sucedido.










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