El eAmigo Invisible

El Sumo Hacedor  y sus admins trabajan diariamente para hacer un eMundo mejor. Las modificaciones en los módulos que han creado pretenden optimizar la calidad de evida de los ehabitantes. Piensan que actualizando y cambiando esos aspectos, relativos sólo a unas cuantas necesidades físicas (comer, trabajar y luchar – tanto en  el campo de batalla como en los ambientes políticos), los eciudadanos se sienten satisfechos y felices, como si de animalitos de un zoo virtual se tratase. Al fin y al cabo cada uno de ellos tiene un periodo de vida útil: nacer, cliquear y morir. Algunos incluso han llegado al estado de reproducción por  multicuentas, pero ésta es una posibilidad al margen de la eLey y no diré  quienes son para no crear alarma social.




Halesios se siente orgulloso de  su obra y más todavía viendo cómo su bolsillo se le queda cada día más pequeño gracias a la insensatez de aquellos que pagan por evivir allí.




Sin embargo, Halesios no ha pensado en otras necesidades de carácter más humano e innatas en esos eciudadanos que conforman este microcosmos virtual.  Así nos encontramos que todos adolecen del mismo problema: ansiedad provocada por estados carenciales a nivel anímico. Y se entiende que muchos hayan buscado escape a esas carencias de carácter mental por medio de canales paralelos donde no hay ni represión verbal ni otros condicionantes que coarten sus libertades.


A pesar de que en este eMundo no hay cambios de estación, sus ehabitantes sufren alteraciones emocionales: astenia primaveral, euforia veraniega, languidez otoñal y frialdad hibernal.  En determinados momentos de su existencia, sienten la necesidad apremiante de abrirse a la fraternidad, de hacerse notar aun a costa de ponerse a parir en los canales donde se reúnen ¿Con qué finalidad? ¿Mostrar hasta qué punto es compatible el eodio y el eamor?  ¿Canalizar verbalmente esa falta de econtacto físico tan necesario?




Lantanique ha estado recibiendo mensajes y regalos de un ser invisible que intenta atraer su atención. Con una delicadeza que roza la sensiblería femenina, esos mensajes tratan de abrirse paso por algún resquicio de su ecorazón con la intención de enquistarse hasta robárselo por completo, igual que dice que hizo ella no se sabe cuándo ni cómo ni por qué.


"-tienes mi corazón y si tu mueres mi corazón muere contigo, y por lo tanto muero yo.
-yo tengo tu ecorazón? y en qué momento me lo diste?
-me lo robaste sin darte cuenta  y ahora no puedo evivir sin tí"




La curiosidad -ese comportamiento enfermizo para el que no hay correctivo que valga a pesar de los palos que puede llegar a dar-, cogió de la mano a Lantanique y la acostumbró a asomarse compulsivamente a ese otro lado outgame del eMundo donde vive el cotilleo. Su único objetivo: averiguar más sobre aquél que decía contar los días desde que la contactó y que, para sorprenderla, le ha regalado la enorme casa,  amueblada y con servicio incluido, en la que se siente sola y perdida.




                                    
1,2,3.
Una por cada dia que haz estado en mi eMente.










Sentir la magia de lo misterioso es tan complaciente como engañoso. El amigo invisible, se cuela cada noche en esa casa, se acurruca al lado de Lantanique  -“duerme rico mi amor”-  le va diciendo mientras sus manos acompañan ese sueño paseándose por su mejilla, su pelo, sus hombros, el arco que dibuja su espalda. Con mucho cuidado la gira hacia él y siguiendo el ritmo de su respiración la recorre con la boca, tímidamente al principio, ávidamente al final.


Cuando Lantanique despierta esa magia se convierte en desolación. No está en la habitación 133. Ni él está a su lado.


En el localizador escribe en letras mayúsculas a modo de grito:











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