Operación Albornoz (5)


“ He llamado a tu habitación y parece que no estás. Estoy empapado, cansado y con principios de catarro. He vuelto a la 133 para meterme en la bañera y descansar. Mañana vendré a tu habitación con el desayuno.Espérame in your room."


Esto es lo que lee Lantanique en la nota que le entregan justo cuando su exjefe parecía querer iniciar una conversación algo más íntima. Él ya había acercado su mano a la de ella, tocando ligeramente sus dedos  y cuando las palabras empezaban a salir de su boca, aquella nota inoportuna se interponía entre ellos, rompiendo la calidez de ese momento.


Lantanique se ha quedado unos segundos callada y pensativa  y el exjefe detecta por su mirada que es como si ya no estuviera allí.  




No quiere ponerla en el compromiso de buscar una mentira piadosa para excusarse con él así que le facilita las cosas y, cogiéndole de nuevo la mano,  le pregunta si hay posibilidad de que se vean otro día porque, aunque querría quedarse más tiempo con ella, tiene que marchar. Los ojos de Lantanique parecen que recobran la vida y con una sonrisa amable le responde lo que él quiere oír, dejándole esa chispa de esperanza que conservará para una próxima  ocasión.  
Y saliendo por el bar se van camino de la recepción y el ascensor.  


Totalmente embriagado, el jefe actual de Lantanique la ve cómo se aleja acompañada del exjefe, que le posa la mano en un hombro apartándole el pelo. Le parece reconocer a ese tipo, aunque no sabe bien de qué. Su cabeza le da vueltas y su boca se abre en cámara lenta para farfullar que el precio del grano está bajando en el eMundo, que no le va a quedar más remedio que reducirle el sueldo, que es una de sus mejores trabajadores pero que una empleada “guru” sólo puede acabar haciendo gurullos… y alzando la voz pregunta si ella sabría cocinar gurullos con conejo… el resto de palabras se hicieron incomprensibles mientras de fondo se oía una romántica melodía de despedida


Al exjefe le resulta difícil separarse de ella mientras esperan el ascensor.

Le habría gustado impedir que las puertas se cerraran y colarse dentro con ella.
En un micromomento se imagina una posible escena




Y en ese fragmento de tiempo un tipo se cuela dentro dejándole ver únicamente parte del rostro y una mano de Lantanique diciéndole adiós.


El eceloso ha sido rápido. Apoyando su espalda en el cuadro de botones la mira y llamándola por su nombre le pregunta si no se acuerda de él. Lantanique se da cuenta de que a su lado está aquel enfermero del hospital. Está sorprendida de verlo allí y espera a ver si se decide a pulsar alguno de los botones para que el ascensor empiece a subir. El ascensor inicia el trayecto pero de golpe se detiene.




Los libros de autoayuda son pésimos pero al eceloso enfermero siempre le han servido para entretenerse en la taza del wáter y ésta es una de esas situaciones en las que viene bien recordar algunos de aquellos consejos que pensó que nunca pondría en práctica:  
“… acerca tu cuerpo y cara a ella, y sin tocarla lo más mínimo, dirige tu boca por el cuello y parte trasera de la oreja. Tu mano surca y acaricia lentamente la de ella y asciende por todo su brazo, hombros, escote, barbilla y cara. Es cuando tu chica echa el cuello hacia atrás de placer y luego hacia delante para buscar tu boca. Justo ahí, presiona con la mano izquierda el Stop del ascensor, cógele la nuca con la derecha y llévatela hacia ti para comerle la boca efusivamente a la par que le subes el vestido, para finalmente apretarle las nalgas … Acaricia su pecho por encima del sujetador con copa. (¿qué tipo de sujetador llevará hoy Lantanique? -se pregunta el eceloso) Céntrate en la aureola, en la zona más pronunciada, moviendo tus dedos en círculo sobre éstos mientras la besas y tocas con tus labios. Tírale del pelo para atrás y devora su cuello diciéndole lo guapa que es… Cuando notes que está preparada, introduce tu mano entre sus muslos y sube hacia sus genitales, dejando en el exterior los dedos índice y meñique, y apretando con la zona inferior de la palma de la mano su pubis... Haz movimientos rítmicos y bruscos, ella lo agradecerá e, incluso, te instará a que la penetres…”




Se siente excitado sólo de pensar en todos los pasos que va a dar siguiendo esas instrucciones. Lantanique lo mira alarmada y lo trata de calmar desabrochándole la camisa pues piensa que esa sudoración se la provoca un ataque de ansiedad o claustrofobia. Apoyándolo en una de las paredes del ascensor, le insta a que se siente en el suelo y aguardar allí hasta que alguien los socorra. Él entonces aprovecha para apretarla contra sí…


La camarera de planta de cabello rosado estaba esperando el ascensor cuando ha sonado una alarma. Lleva algunos albornoces para disimular que trabaja, así que espera tranquila hasta que solucionen el problema. Cuando se abren las puertas encuentra a una Lantanique con la ropa desaliñada forcejeando con un tipo que, tumbado en el suelo, la agarra por las nalgas…
La ayuda a liberarse y le ofrece un albornoz con el que la envuelve para que pueda irse por las escaleras, discretamente.


La camarera se acerca al tipo, no necesita preguntarle nada porque  el grado de excitación en la zona de su bragueta es evidente.  Sin pensarlo demasiado presiona el botón para subir al último piso y monta encima de él.  No quiere caer en perversiones de ese tipo pero… al fin y al cabo, lleva tiempo sin “sombrax” que la cobije.




Camino de su habitación, Lantanique se detiene un instante en la 133, recorre con el dedo esos números. Ya sabe quién es el que la espera y apoya su oreja en la puerta por si se escucha algún ruido. Hace amago de llamar porque se oye música pero al ver la pinta desaliñada que lleva prefiere dirigir sus pasos hasta su habitación y ser ella quien lo espere, como dice la nota, para desayunar.











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