"El señor de la guerra"


Juin 20  Día 943 del  Nuevo Mundo




Qué curioso… en esta eVida he pasado de dormir bajo un puente con vistas al cielo a dormir en una cama redonda con vistas a un espejo. No sé si es más relajante o más inquietante. El espejo  pegado al techo me devuelve mi propia imagen envuelta en un lío de sábanas. Me costó dormirme. Lo mismo la magreoterapia me excitó en vez de relajarme y no paré de dar vueltas hasta casi la madrugada, cuando ya por desesperación los párpados me dieron una tregua.
Una vez despierta cogí  el móvil por si había alguna llamada. Nada, excepto un mensaje de mi vecino.




Quise devolver la llamada y hacerle saber que estaba bien,  “que seguimos siendo amigos y que …” pero  Minako me estaba mirando con cara de desaprobación y, con contundencia pero sin violencia, me arrancó el móvil de las manos. Me dió la ropa que había elegido para mí y me empujó hacia el baño. Cerré la puerta, dejándola a ella fuera. A ver si con ese gesto se enteraba de que hay cosas que me gusta hacer a solas!


Salimos de la habitación y abajo en el hall mi ejefe ya estaba esperando.


Al verlo se me empezó a disipar la inquietud que tenía por no poderme comunicar con nadie. Mi teléfono sólo recibía  mensajes pero no me permitía  hacer llamadas ni enviar sms….

Salimos al exterior. Cogida de su mano iba como hipnotizada. En una zona ajardinada nos habían preparado una mesa con el desayuno. Todo perfecto. A pocos metros Minako empieza a interpretar una pieza al piano de Chopin.




No sé qué decía mi ejefe pero desde luego a mí,  en ese momento,  me vino un flashback que me impedía  concentrarme en sus palabras.




Y entonces empecé a ver a mi ejefe un poquito raro. Me explicó sus planes de futuro próximo y puse toda mi atención para no perder detalle. Desde su huida intempestiva se había dedicado a montar un imperio armamentístico fuera del control legal de los admins y del gobierno.

“Habrá visto  -me dijo- que en este lugar no puede comunicarse con el exterior y es porque he restringido los accesos para que nadie la localice, y así evitar que me localicen a mí”. Me aseguró que eso no significaba que yo estuviera allí encerrada pero que durante estos días me vendría bien estar desconectada disfrutando únicamente de su  compañía y de todo lo que me quería mostrar. Pero que si no me interesaba su propuesta siempre podría volver a mi rutina diaria. Y dijo lo de rutina diaria en un tonito despreciativo como diciendo: penosa  eVida V1 dedicada al 2cliquer y poco más.


Convertirse en un señor de la guerra no había sido una decisión fácil para él, y alejarse de mí tampoco, por eso había pensado en una forma de colaboración conjunta que deseaba me ilusionara a mí de la misma manera que a él.


Es a partir de ese momento que empecé a encontrar a mi ejefe deliciosamente raro, por lo que  no me cuestioné demasiado todo aquello. De todas formas no adivinaba qué era lo que quería de mí exactamente  ¿quería contratarme de nuevo como soldadora o acaso quería una secretaria (si estudió mi currículum ya debió ver que tengo experiencia en este campo). ¿Y si lo que estaba buscando era una socia? Desde luego esta opción mejor que la olvidara. Lo mismo no quería otra cosa más que una tapadera para su negocio, un simple florero,  o una servicial esposa, ama de casa….mejor no preguntar para no desilusionarme así que dejé que me contagiara con sus planes para ese día.  Ya me diría él lo que quería ¿no? 


Que me llevara a visitar sus instalaciones ya era síntoma de una obsesión rara. Qué tipo de cita estábamos teniendo?  y debió sospechar un poco mi desilusión porque mientras la recorríamos me aclaró que lo que él había pensado para mí no formaba parte de todo aquello.




En la V2 el negocio de la Guerra sería de gran importancia y él ya lo tenía todo en marcha. Mi función: trabajar a su lado en su despacho, gestionando su agenda, sus llamadas, sus reuniones. Acompañarlo también en sus viajes estaba dentro de mis nuevas competencias y,  si se daba el caso, hacerle de guardaespaldas. Cuando dijo esto soltó una carcajada, pero me dejó intranquila, dudo  mucho que  Lana le hubiera dado buenas referencias a este respecto.


Mientras asimilaba toda esa información mi ejefe recibió una llamada importante. Y de golpe le entró prisa por irse. Se preparaban nuevas incursiones bélicas en el eMundo y él tenía que negociar in situ los suministros. 




Me llevó de vuelta al hotel. Y se despidió diciendo que ya nos veríamos al día siguiente en su despacho para empezar mi nueva actividad, si es que yo aceptaba su propuesta. Me dejaba  toda esa noche para pensarlo y añadió: “Nadie te echará en falta más que yo si rechazas mi propuesta y te vas”.


Una vez dentro de la habitación, quien empezó a echarlo en falta fui yo a él. Tan detallista y luego va y me deja allí sola… Me dejé caer en la cama con los ojos entrecerrados, imaginando cosas.




No estoy dormida. Oigo pasos sobre el parqué, pisadas suaves y rápidas. Es Minako quien se aproxima, se tumba a mi lado y desliza su mano por debajo de mi ropa. La veo reflejada en el espejo del techo. Veo que se moja  un dedo y noto cómo lo desliza húmedo por mi espalda. Me dibuja símbolos muy despacio, y me susurra palabras incomprensibles al oído. Las palabras terminan en pequeñas caricias con la punta de su lengua, jugando alrededor de mi cuello. Bruscamente me vuelve hacia ella y funde su boca en la mía. Después ya caigo en una especie de estupor, complacida por esas sensaciones nuevas para mí. Y sólo de vez en  cuando abro los ojos para verla cómo se mueve sobre mí.



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