"El Encuentro"




¿Una pesadilla puede tener algún significado premonitorio? ¿Cómo una se puede dormir plácidamente, aunque el sofá sea incómodo,  y despertarse con la sensación de que algo va a ir mal? 


Las escenas del sueño se habían sucedido como en cámara lenta pero una vez despierta, recordando la situación vivida, el hecho en sí no tenía demasiados detalles que explicar:


Estoy en un bosque y es de noche. 


Pienso que es un bosque porque estoy al pie de un árbol  con un tronco enorme. Por lo visto ha llovido muchísimo y todo el terreno es un barrizal. Estoy descalza y con mis pies noto las gruesas raíces del árbol que sobresalen a la superficie. Alguien me acompaña. Es un hombre y parece que lo conozco porque estoy tranquila a su lado pero no sé quien es porque no le veo la cara. Me coge de la mano y me señala un orificio en el suelo, junto a una de las raíces que sobresalen del árbol. Me dice que entremos juntos por ese orificio. Yo tengo mis dudas y le digo que por ahí no quepo, además está todo lleno de barro y me voy a poner pringada. Me insiste varias veces y me tranquiliza diciendo que no me preocupe, que me abrace a él fuertemente y que juntos nos deslizaremos hacia dentro. Y tras mucho dudar, al final lo hago. Mi cuerpo y el suyo son uno solo y noto cómo la tierra me absorbe desde los pies. Aprieto mi cara contra su pecho y cierro los ojos fuertemente, hasta que los vuelvo a abrir y me encuentro en una especie de sala con depósitos de agua. Veo a mi acompañante quitándose todo el barro de su cuerpo y que me indica con la mano que me acerque para limpiarme a mí también. El agua va cayendo y con su mano elimina todos los restos de suciedad de mi cuerpo. Miro a mi alrededor.  Las paredes son de piedra, no hay ventanas ni puertas.  Sí que puedo moverme por diferentes salas pero ninguna tiene salida y ahora no hay nadie allí conmigo. Pido ayuda y cuando más asustada estoy veo una imagen que se va difuminando hasta que me despierto






Me habría gustado tener a alguien conmigo para contárselo y que  me tranquilizara  diciéndome cosas como que ese sueño refleja  mi miedo al cambio,  mi inseguridad ante los acontecimientos que se avecinan, las dudas por ir al encuentro de algo desconocido … en fin, todo eso que se puede leer en los manuales de interpretación de sueños. Podría  haber recurrido a mi vecino pero posiblemente me habría respondido que eso era signo de que no me debía ir y menos de esa manera, con tanto misterio, sin saber ni siquiera dónde voy a estar… Por eso decidí preparar mi maleta y no decirle nada, no fuera que me convenciera.






Juin 19  Día 942 del  Nuevo Mundo


Validar mi billete resultó fácil. Una azafata me acompañó hasta dejarme dentro de un jet privado y mientras nos preparábamos para salir me ofreció un refresco. Era una tía oriental, muy mona y muy servicial, pero no quiso, o no supo, contestar a ninguna de mis preguntas. Sólo sabía sonreír, hacerme reverencias y a ratos me soltaba entre risitas: solplesa,  solplesa…. Supuse entonces que todo era una estrategia del ejefe para hacer más enigmático nuestro encuentro.


Llegué a no sé qué epaís, pero debía ser tropical, por el calor y la humedad pegajosa. Eso mi ejefe me lo tendría que haber dicho porque habría metido en la maleta más piezas de algodón y menos sintéticas. Y encima sin repelente de insectos… empecé a transpirar sólo de pensarlo.


La oriental  me guió hasta la zona donde se recibe a los pasajeros. Franqueamos unas puertas giratorias que daban a la calle y avanzó a pasitos rápidos para abrirme la puerta de un coche. Por supuesto no entré a ciegas. Antes de meter una de mis piernas y aposentar mi trasero en un aerodinámico asiento de piel, asomé mi cabecita para ver quién era el chófer. No quería sorpresitas tipo “pulpo taxista”.  Por supuesto no era él, aunque puede que tras todos los acontecimientos que se sucedieron después quizás habría sido mejor que lo fuera.


Saludé tímidamente y dije cuatro tonterías referentes al  viaje y al calor, pero mi ejefe salvó la situación y tomó la palabra, dándome pie sólo a asentir o negar con la cabeza. Y es que reconozco que me sorprendió. No por el coche que conducía. Ese tipo de detalle es sólo un aspecto material,  ostentación innecesaria conmigo. Ni por su físico, eso son cosas subjetivas que no vienen al caso.  Y tampoco tenia que ver con esa cita en un lugar recóndito del eMundo…  No sé,  era una percepción rara.

El coche empezó a circular. A mi lado agarrando el volante con una mano tenía a un tipo bastante joven, quizás más joven que yo;  la otra mano la llevaba apoyada en la ventanilla. ¿Cómo podía conducir así?  Con el codo apoyado en el filo de la ventanilla se tocaba su pelo mientras me miraba, sin desviar del todo la vista de la carretera. Parecía más maravillado él que  yo de estar allí uno al lado del  otro. Del torso hacia arriba conducía un poco girado mirando hacia mí, con las piernas abiertas…  Yo sin embargo iba toda rígida, con las piernas bien juntitas, pegadas al asiento por  el sudor que iban desprendiendo.


Para el sector femenino que me esté leyendo (y al masculino que le pueda interesar este tipo de detalles) diré que mi ejefe no estaba mal, tenía un algo. Alto, delgado, cabello castaño y con un buen corte, ropa de lino informal pero elegante…  y un detalle curioso: el lóbulo de la oreja derecha estaba partido por la mitad… ummmh… por unos  segundos se me figuró la lengua de alguna de sus conquistas recorriéndoselos.



Aparté de mi mente ese pensamiento obsceno y le dirigí una leve sonrisa aparentando conformidad con  algo que me había dicho en ese momento.


Me llevó  hasta el hotel donde estaría alojada  y me acompañó hasta mi habitación para comprobar que todo estuviera tal y como él lo había pedido. 


Entonces salí de aquella nube de insonorización en la que había estado todo el trayecto y oí cómo le daba unas cuantas instrucciones a la oriental (la azafata oriental del vuelo) que estaba dentro del baño, preparándomelo. 


Vino hacia mí, me besó en la mejilla y me dijo: “ Mañana la vendré a buscar temprano, he organizado un día muy completo y mejor es que descanse. Minako se queda aquí por si necesita cualquier cosa”.


Y se largó. 


Me quedé paralizada en medio de esa habitación. Minako me llevó hasta el baño. Me desnudó, me metió en la bañera, me lavó el pelo dándome un suave masaje y también masajeó todo mi cuerpo, vamos que me hizo lo que yo denominaría una “magreoterapia”.


Luego me ayudó a vestirme y preparó la mesa para que cenara algo. Y allí estaba  yo sola, mordisqueando  unas verduritas al vapor cuando sonó mi teléfono y entró un mensaje:




Pensé en los econocidos que tenía en mi lista telefónica:  mi vecino, el manitas, el Mariscal de Campo, el teleco… incluso en mi eamigo impresentable, pero todas las llamadas que hice daban el mismo aviso: "sin cobertura".

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