"Repercusiones Emocionales"


Quien haya ido leyendo los capítulos anteriores de esta ehistoria habrá empezado a descubrir que no resulta tan fácil como lo pintan el vivir en este ePaís. Cuando una entra aquí, como es mi caso, piensa que todo se reduce a elegir un objetivo de evida y seguir las pautas marcadas pero a medida que pasan los días las cosas se vuelven diferentes.


Al principio una cree que es suficiente con ser una simple empleada y vivir una evida convencional: trabajar para  ir ahorrando con el deseo de invertir esos ahorros en una casa (con jardín si puede ser); realizarte como epersona con alguna actividad extralaboral y, ¿por qué no? conocer a un eciudadano que, fingiendo entenderte como mujer y aguantar tus neuras, te haga creer que te hace feliz. 


Sin embargo una no cuenta con la parte violenta de este eMundo. Una no piensa que, para sobrevivir y no ser considerada una einadaptada,  es necesario también participar en las actividades bélicas que se proponen aquí a diario. Una no piensa en las consecuencias de estar dentro de un sistema que controla todos tus pasos pero dejándote creer que todo lo que haces es interactuar inocentemente en un juego elegido por ti de manera voluntaria.


Tras la tensión del otro día tomé la decisión de meterme en el primer “fregao” que encontrara y así catalizar la tensión emocional en la que me encontraba en ese momento: descargar toda mi furia contra un enemigo externo, con cara y ojos, evitaba que cogiera una de las barras de hierro para soldar que tenía en la nave y la hundiera con todas mis fuerzas sobre el maldito ordenador. 








Por aquello del azar encontré en mi inventario cinco armas Q1 y, como si de un videojuego se tratara, allí me ví, cargada hasta los dientes y acompañada, eso sí, de un tutor  - sin duda porque como diría Lana “tú solita y sin entrenar no matas ni una mosca”-.






No sé de dónde salió el tipo que me acompañaba. Ni siquiera nos hablamos. Sólo sé que tal como vino se fue.  ¿Acaso estaba allí para ayudarme a mí, o yo estaba allí para ayudarlo a él? ¿Era mudo? ¿Por qué no me habló? Ni siquiera un saludo, joder! Y yo…¿Por qué no le pedí su TIP?. Es que de verdad… no soy nada práctica. En situaciones así no aprendo. 




       
Otra en mi lugar habría pulsado un  momentito la pausa… se habría dado un poquito de brillo en los labios y le habría deslizado su tarjetita personal por alguno de los bolsillos de su gabardina. Porque las ocasiones las pintan calvas y ahora es mucha la competencia femenina que hay por ahí (y masculina también, que nunca se sabe). En fin siempre me pierdo lo mejor.


De golpe me ha dado un vuelco el corazón… ¿Será este mi ejefe que viene a socorrerme disfrazado de esta guisa para no perderme? Para no perderme como empleada, pienso yo,  porque  he de decir que, tras esa elegante y dura pelea, mi vitalidad quedó por los suelos.
En el hospital hacen lo que pueden. Me han permitido quedarme más tiempo del estipulado, ya que han necesitado inyectarme sulfato ferroso en vena (tengo los niveles de hierro por los suelos) y unas cuantas “chuletas” de plasma. 






Tumbada en la camilla me viene a la mente la imagen de ese tipo y sigo pensando ¿quién deber ser? ¿Algún momio… algún afiliado político… mi eamigo que me quiere recuperar camuflado con otro aspecto… el informático loco ….?






Este hospital, por ser de cinco estrellas, no tiene miramientos con las “sin techo”  y en cuanto despierto de mi alucinación me sueltan a la calle, no sin antes recordarme que me olvide por una temporada de incursiones bélicas… que las arcas de la seguridad social no están para tanto gasto y tanto eciudadano herido.


Bajo mi puente me quedo dormida y sueño cosas que no sé si llegaron a pasar o son la representación de un guión diseñado por mi mente de la forma en que me habrían gustado que pasasen.





No hay comentarios:

Publicar un comentario